El pequeño huracán estaba allí, con sus ojillos de haberse hechado la mayor siesta de su vida. Dejó su bolso en la silla, y se quito las ''tonticas'', cojio el paquete de tabaco, encendió la mini-cadena, y salió al balcón.
Allí, entre nubes de humo gris, la música que inhundaba la casa y la calle, la camisa que aun olía a el, la pequeña bichejilla tumbada a su lado, disfrutando de el sol que tanto tiempo había desaparecido de la vida de las dos y chupando las uñas rojas de su nueva mamá.... Y así pasaron la tarde.

Los pensamientos se agolpaban en la mente de ella, y ella solo podía acariciar a la pequeña perrita que se acurrucaba a su lado. Decidió entrar dentro de casa, pues el sol ya había desaparecido, y el disco ya había terminado hacia un rato. Así pues cojió a Priscila en brazos, se calzó y cerró la puerta del balcón.
Ella se dispuso a poner la casa a punto, pues dentro de una hora llegaría el, cansado del trabajo y deseando salir a tomar el aire, y ella debería estar perfecta para ese momento, y lucir la mayor de sus sonrisas. Hizo la cama en un pispás, fregó los cacharros hábilmente, y fregó el suelo con soltura. Se sentó en el sillón, en silencio, con la tele apagada...
- ¡¡ Guau !! ¡¡ Guau !!
- ¡¡Nena!! ¡¡Churri!! Mis dos perrinas donde están????
-¿Que tal el día? - Sonreí despiadadamente, pisoteando todo lo malo, para darle a mi familia, lo que se merece.
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